viernes, 28 de diciembre de 2012

Noche de paz...

Por un lado, me encanta Navidad. La cantidad de comida, inagotable; los besos y saludos y abrazos; la idea de felicidad perpetua; los buenos deseos para todos; la garrapiñada y las confituras, perdición de cualquier alma golosa como la mía; los fuegos artificiales, el armado de regalitos para los más chicos, el disfraz de Papá Noel para que los nenes lo persigan... Todo el show que se arma es maravilloso y mágico.
Por otro lado, lo estamos pasando en Mar del Plata, llueve y hace mal tiempo hace ya no sé cuántos días, y los campeonatos de generala y de diez mil me están cansando un poco.
La conclusión es que, si no mejora, me voy a comprar absolutamente todas las pasas de uva al chocolate que pueda encontrar, y a encerrarme con el libro gigantesco que estoy leyendo. Y no salgo hasta que Zeus no me dé un buen día de playa.
En fin, las fiestas me están tratando mejor de lo que esperaba y de lo que me tenían acostumbrada, por ahora. Vamos bien.
¡Muy felices fiestas para todos!

martes, 18 de diciembre de 2012

Tiempo al tiempo

Mil perdones, pero acá va.
Parte de la vida se te va tratando de olvidar a alguien. Siempre.
Te cuento un secreto: no sirve. Es inútil.
Por más que pase el tiempo y pienses que ya está, algo va a detonar en vos un recuerdo. Algo insignificante, tal vez: un perfume, un color, una canción en la radio.
Corté con mi ex hace ya un año. Hace medio año que no lo veo más, me mudé lejos. Las cosas no funcionaron, nadie tuvo la intención de lastimar a nadie. Bárbaro.
Estoy con G, todo divino, genial, es un tierno, lo adoro.
Entonces, ¿por qué es que todavía me duele cuando me acuerdo? No lo sé.
Me gustaría poder dejar de quererlo. O que aunque sea no se me forme un nudo de angustia cada vez que pienso en él. Por ahora no puedo. Ya pasó mucho más tiempo del que acostumbro tomarme para hacer el "duelo", y ya no sé qué hacer.
Honestamente, es que no tengo más que hacer.
Con el tema del "tiempo al tiempo" la paciencia se me está agotando, y sería la más feliz del mundo si alguien inventara un chip para incrustarme en el cerebro y olvidar. O dejar de querer.
O dejar de sentir.
O dormir 25 años la siesta.



No sé si es el tema más elaborado de la historia (y definitivamente no es la mejor versión, el buscador de youtube en blogger no es mi ideal de buscador...), pero resume perfectamente lo que me pasa en este momento.



Tan Biónica - La suerte está echada

Dicen que para olvidarte
Tengo que viajar a Marte
Hacer trescientos años de terapia
Y decidir, dejar que pase el mes de abril
Juntar todas las hojas del otoño

Dicen que para olvidarte hay que tener en el bolsillo
Un almanaque sin domingos, un crucero
Y navegar en un océano sin mar
Tomarse toda el agua de la lluvia.

Y en realidad, hay cosas que no voy a olvidar
Como tus ojos de soledad
La tarde que los hice llorar

Y escucho voces dentro de mi casa
A veces pienso que es tu fantasma
Tus amenazas, mis escapadas
Retrato de mi clandestinidad

Dicen que juntando cuatro patas de conejo
Con sal gruesa y repitiendo ante el espejo
Voy a olvidar, tal vez yo pueda deshacer
El nudo que nos ata en este hechizo

Dicen que del día en que te fuiste 
No hago más que despedirte inventándome un presente
Para sentir que estoy haciendo algo por mí
Construyo sobre arenas movedizas

Y en realidad, hay cosas que no quiero olvidar
Como tus ojos de soledad
La tarde que los hice llorar

Y escucho voces dentro de mi casa
A veces pienso que es tu fantasma
Tus amenazas, mis escapadas
Retrato de mi clandestinidad

Si no te olvido, dicen que puede
Doler mucho más de lo que duele
Cuando te tengo en mi memoria
Estás acá

viernes, 14 de diciembre de 2012

Mudanza

Las mudanzas son difíciles. Dicen que son unas de las situaciones que más estrés causan.
Martín se muda. Vivía en un departamento grande, que ahora le queda inmenso. Valeria se fue hace un par de meses, así que ya no es necesaria la pieza de estudio. Tampoco un baño tan grande. Ni hablar de la mesa con las cuatro sillas. El espacio le sobra, y no lo sabe ocupar. Mejor que lo reduzca.
Ya tiene casi todo guardado en cajas. Está comiendo hace dos días sánguches, empanadas y pizzas, para no tener que desempacar los platos y los cubiertos. Un día más y se va a su nuevo departamento, más pequeño, más confortable.
Es hora de guardar las cosas del placard. Martín comienza a sacar trajes, camisas, trabas para corbata, medias. Los dobla cuidadosamente, los mete en un bolso azul, viejísimo. Saca cajas de varios tamaños. En la más pequeña encuentra una flor, ya seca. Es blanca, chiquita, con los pistilos amarillos y delicados. A Valeria le gustaba guardar florcitas. Seguro era de ella. Después vería qué podía hacer con eso. 
En otra caja encuentra más pañuelos para los trajes. Los guarda en el bolso, tranquilo.
Abre una caja más grande. Cuando ve lo que contiene, se detiene. Camina sosteniéndola, hasta la escalera, sin quitar la vista del interior de la caja. Se enternece.
Se sienta en un escalón, con la caja sobre sus piernas. Saca entradas de cine, envoltorios de chocolates, tickets de restaurants y de regalos. Saca una servilleta, en la que, mientras él había ido al baño en un café, ella le había escrito "te quiero" , a las apuradas, en cursiva, con su letra redonda y con algunos arabescos. Saca mensajitos cotidianos, del tipo "cuando llegues bajá el pollo del freezer", la mayoría los había escrito él. Sigue sacando papelitos. Las lágrimas se escapan de sus ojos, ruedan por sus mejillas, y caen sobre algunos.
Llega hasta los últimos papeles. Allí encuentra unos garabatos que le hacía cuando se estaban conociendo: monigotes, florcitas, un perro. A los arquitectos siempre les piden "a ver, dibujame algo...", y Valeria lo hacía todo el tiempo. Encuentra el número de Valeria, ese que ella le había pasado al devolverle un dibujo, junto con la leyenda "me llamás?". 
Martín deja caer la caja, junto a todas sus lágrimas, una a una.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Casamiento

El domingo se casó mi primo, el penúltimo soltero (la última soy yo).
Por empezar, siempre trauman los casamientos. Porque pensás que te queda poco tiempo, o dudás si querés casarte o no, o te preguntás si tu matrimonio es tan feliz como promete ser el que estás viendo, cosas así. También te emocionan, te alegran; a lo que voy es que siempre te afectan de alguna manera, y tocan varias fibras sensibles.
En la iglesia, en el momento en que entra la novia, yo siempre miro al novio. La expresión que tiene es mágica. Es una mezcla de ternura, emoción, amor (lógico), cuiqui, y admiración. Y otras cosas más que uno nunca puede identificar. Ver todas esas cosas en la cara que cuando era chica me decía que abajo de la cucheta había un oso gigante, en la cara que me ganaba al ajedrez sin remordimiento, y en la misma cara que me desafiaba a una guerra de cosquillas, fue extenuante.
Pensé en todas las veces que tanto jugábamos en el jardín, revoleándonos el regador para el pasto (que cuando lo querés manipular para atacar al otro te termina empapando a vos), o saltando por las escaleras de ladrillo, o buscando caminitos de hormigas. Casi no presté atención a nada más.
Cuando salimos en fila para ir a saludar a los novios, yo ya había estado llorando largo rato. Me vio, me abrazó, y me dijo "pero no llores...", como cuando éramos chicos, como cuando me asustaba y se arrepentía al ver mi llanto imparable, como cuando no me quería prestar algo,
"...la próxima sos vos", concluyó.
Pero la puta que te parió. Ya vas a ver.

sábado, 24 de noviembre de 2012

La piba

La piba se ríe todo el tiempo, de cualquier cosa. Generalmente eso la deja muy mal parada, pero pareciera que no le importa. O sí, pero, ¿qué tiene de malo reírse? Además no es algo que uno pueda reprimir tan fácilmente...
Comprende cuando las otras personas sufren, lo entiende, a ver: cree saber por lo que la gente pasa. Pero no sabe qué decir. Es pésima para consolar y para dar consejos. Mucho más para transmitir calma, y esas cosas que la gente necesita en esas situaciones. Pero por lo menos sabe distraer, sabe hacer pensar en otro tema. Algo es algo.
Le encanta discutir. No pelear, discutir. Sabe argumentar lo que dice, sabe dar vueltas sobre lo mismo para hacer caer al opositor, sabe preguntar justo en donde el otro no está del todo seguro. Las discusiones sobre conocimiento y filosofía, las gana. Las importantes no. Pero eso ella no lo cuenta.
Le gusta la música triste, las pinturas en blanco y negro, los ojos llorosos, que algo tienen para contar y no dicen. Cree que hay algo, una fibra sensible, en la gente que produce eso. Algo que todos poseen, sólo que algunas personas lo explotan del todo. Tal vez porque sufrieron más, o porque no pudieron disfrutar algunas cosas particulares. No interesa. Es algo diferente, que le da curiosidad.
Hay días que le gustan los colores, y saltar, y cantar, y bailar. Otros, quiere quedarse en su casa encerrada, escuchando música, mirando fotos, dibujando con esa pluma genial que hay que cargarla en un tintero antes de usarla, como las plumas viejas. Es un poco cambiante, pero un poco nada más.
No le gusta cambiar las cosas. Le gusta repetir su rutina, le gusta tener pocos zapatos y pocas polleras y pocos moños para el pelo. Tal vez eso hace que se sienta un poco más ella. Es que veces tiene miedo de diluirse, de pasar desapercibida tanto pero tanto entre la gente que llegue un momento en el que no se encuentre más, ni siquiera ella misma.

La extraño un poco. Hace varios días que me vengo diluyendo. Ya la voy a encontrar de nuevo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Carta de Pablo a Sofía

Sofi:
Te olvidaste el cepillo de dientes, un labial, un collar con muchos colores. Un esmalte, unas alpargatas viejas, y tu cuaderno con bocetos, que enseguida volviste a buscar. Me hubiera gustado quedarme con tus dibujos, eran como cuentos cortos de lo que te pasaba. Si hubiera prestado atención a lo que dibujabas me hubiera dado cuenta antes de que no estábamos bien. O no, porque nunca te supe leer de la misma manera que vos a mí. Yo estaba enfrascado, me hacía sentir seguro y tranquilo. Ahora me doy cuenta. Nunca te gustó tener la vida armada que yo tenía, como una estructura reutilizable por tres o cuatro décadas más. La idea te espantaba.
Primero cambiaste las cortinas. Después, la frazada. Empezaste a pegar dibujitos en mis paredes, ¡en las paredes! Sofi, yo nunca había pegado ni un póster cuando era chico. Me estabas llenando de cinta scoch todo, y me encantaba.
Te diste cuenta que yo no iba a cambiar. Que pensaba ser así hasta los ochenta.
Es triste cuando alguien te deja de querer, supongo. Pero más triste es que no pase eso, sino que se vaya simplemente porque las cosas no pueden funcionar.
Que te hayas ido me dejó un vacío terrible. El problema de cuando te falta algo y sabés qué es, es que no lo podés reemplazar con nada. Y sos consciente, así, de que es imposible de que las cosas mejoren.
Me puse a leer los autores que te gustaban. Pura poesía, puros juegos de palabras, puros sueños disfrazados de letras y colores y música. Escuché a Bach, a Chopin, buscándote. Ahí estabas, del otro lado, tarareando y pintando. Pero no puedo tararear ni pintar mientras: yo cuento compases, busco escalas, identifico acordes.
Te escribo porque, al final, logré que te aparezcas, de una manera un poco extraña, tal vez. Pero me hace bien tenerte ahí.
Hice un garabato gigante en la pared con tu labial rojo clarito. Hice nubes, lluvia, y te dibujé a vos, chapoteando entre los charcos.
Antes de irme de casa te sonrío, y ahí estás. Porque ese lío de colores y volteretas sí sos vos.
Algún día lo voy a borrar, o le pintaré algo arriba. Mientras tanto, me hace bien que estés.

martes, 20 de noviembre de 2012

Quiero un abrazo, que me acaricien el pelo, que me regalen sonrisas, que me hagan un café con leche o unos mates, que vengan a comer galletitas a mi casa, que canten conmigo, que me inviten a pasear, que tomemos helado mirando vidrieras, que miremos las gotitas de lluvia bailando en la ventana, que me hagan reír.

Pero pedís mucho y no hacés nada por los demás, Juli.

viernes, 19 de octubre de 2012

Aud, mejor amiga

Leí recién una entrada de un blog que me gusta muchísimo. Además de las ganas de vivir que me transmitió, vi que uno de los comentarios era de su papá. Las palabras de amor que le dedicó son indescriptibles, de esas que llenan el alma.
Hoy le pasé la dirección del blog a mi mejor amiga, Aud. No pensaba pasárselo a nadie, por las razones lógicas. Igual no creo que se lo pase a alguien más, sino perdería mucho de lo que es para mí. Me preguntó si escribí alguna entrada sobre ella, le respondí que no (no tengo entradas sobre nadie, salvo G y algún que otro salame), y me quedé pensando en eso. Hay algo que sí me gustaría escribir sobre ella.
Una de las veces que fui a su casa, su papá estaba tocando en el bajo una canción, creo que de Led Zeppelin, y ella la cantaba. Hacían un buen equipo, sonaban muy bien, disfruto mucho de la música y la pasé bárbaro. Lo que más me gustó fue la mirada con que el papá miraba a Aud. Era dulce, llena de amor, orgullo y cariño, de alegría por poder compartir algo tan lindo con su hija mayor.
Hay padres que son muy buenos, otros que son muy malos, y la mayoría anda por el medio. Creo, sin saber casi nada de uno, y absolutamente nada del otro, que si no son muy buenos, le pegan cerquita.



sábado, 13 de octubre de 2012

Ufa

Yo te quiero. No te lo digo porque tengo ese no se qué de los-flacos-se-espantan-con-los-te-quiero. No te lo digo ni te lo pienso decir. Ojo, estoy bien así.
Me encanta que me prepares café siempre, aunque vos no tomes porque no te gusta. Es un gesto tierno.
Adoro que compres siempre chocolate.
Y cuando sonreís te juro, te juro que derretís a todo el mundo.

Ahora, ¿podés dejarme ganar al jueguito de computadora que jugamos aunque sea UNA vez? Lo más cerca que estuve fue empatar.
Voy a practicar, y ya vas a ver.

viernes, 12 de octubre de 2012

Gatito

Desde que cuasi convivo con G, convivo por añadidura con su gato. Es un bichito lindo y simpático, sólo me molesta que me llene de pelos o que me pida comida a maullido pelado cuando recién me despierto, pero lo compensa siendo cariñoso y compañero. Se acuesta en mi falda cuando estudio, viene a la mesada de la cocina mientras lavo los platos, y a  la mañana me camina por la espalda y las piernas para que me levante. Pasé a ser la única que lo alimenta así que el gato prácticamente anda atrás mío todo el tiempo, buscando comida o que le rasque atrás de las orejas, y la verdad es que me encanta.
Pero no sabía que eso de que los gatos vomitan pelo era verdad.
Ayer estaba acostada leyendo, G había ido a comprar chocolate, estaba concentradísima y absolutamente sumida en el capítulo de Jon Snow (qué se yo... los libros que tiene este pibe en la casa) y de golpe escucho que el gato hace un ruido espantoso, como si se estuviera ahogando. Lo primero que pensé fue "la puta madre, ¡se me muere el gato acá!". Revoleé el libro, quise salir de la cama corriendo, me enredé con la frazada, lo que hizo que perdiera el equilibrio, me caí contra el placard (de cabeza, por supuesto; la gravedad no va de la mano con la buena suerte), puteé a los cuatro vientos, al libro, a la frazada, al placard y al gato que seguía sonando a que iba a espilchar. Me saqué de los pies la colcha, y cuando estoy llegando al comedor lo veo a G que llega, me mira; yo, agarrándome el chichonazo que seguro me iba a quedar, con el pelo hecho una maraña, con el boxer para dormir medio por las rodillas, y le grito "¡EL GATO SE ESTÁ MURIENDO!". Se ríe, a carcajadas, a gorgoteos, me abraza y se sigue riendo, se le cayó el chocolate de la risa, no entiendo nada, quiero que agarre al gato porque se va a terminar de morir y me dice "Pero Juli... estaba escupiendo una bola de pelo, ¿ves? no le pasó nada". 
Miro al gato y al charco que acababa de vomitar, el flaco había pasado a limpiarse las patitas con la lengua. Estaba lo más bien. Pedazo de alarmista resultó ser.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Perdiendo el tiempo

Tengo una concepción bastante errada del tiempo, y eso hace que sienta que siempre lo estoy desperdiciando y que debo aprovecharlo al máximo. No veo películas pochocleras, en vez de eso veo por enésima vez "La ola" o "La lista de Schlinder". No leo revistas, porque siento que me quita horas de leer autores como Borges y Kafka. Cuando me voy a patinar, me llevo programas de Dolina para escuchar mientras: historias de los zares de Rusia, mitos nórdicos y curiosidades del Imperio Romano, por ejemplo.
La psicóloga me preguntó qué quiero hacer cuando termine la carrera. Mi respuesta fue inmediata: empezar otra.
Me dio una tarea para esta semana: perder el tiempo. -Bueno, en la medida de lo posible- le dije-, en dos semanas tengo parciales.- Le pareció bien. Su condición fue que no podía leer, a menos que tuviera que ver con la facultad. Tampoco puedo ver películas históricas ni políticas.
Estoy perdiendo el tiempo hace como cuatro días y se me hace imposible. Estuve cocinando, cociendo corpiños (de esos que se les sale el alambre), ordenando, tirando cosas, saliendo a andar en rollers a más no poder. Estoy harrrrrrrta de perder el tiempo, harrrrrta. Supongo que la tarea consistía en que yo viera qué divino es estar al reverendo pedo, pero no sólo que no lo logró, sino que necesito algo que implique una actividad neuronal con tanta urgencia que estoy desesperada. Y lo peor es que sé que me mandó esta porquería porque sabe que tengo un superyó tan rígido que no puedo hacer trampa, no me sale.
En fin, estaré perdiendo el tiempo hasta el próximo lunes.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Llueve


Plic, ploc, pluc.
Las gotas de lluvia sonaban contra la ventana.
Saltaban, jugaban, se chocaban.
A él le encantaban cómo golpeaban. Y le gustaban más ahora que había descubierto que la risa de Luciana era igual: divertida, saltarina, simpática, contagiosa.
Pluc, ploc, plic.
Llovía bastante, por lo que escuchaban desde el dormitorio. La cama estaba contra la ventana y se entretenían mirando el recorrido que hacían las gotitas al caer por el vidrio. Formas de ramitas, de caminitos. Luciana seguía explicándole la diferencia entre una proteína y un polipéptido, mientras le acariciaba los brazos y el pelo. Martín nunca entendía nada, pero le fascinaba la pasión que ella tenía por conocer y aprender. Su cabecita era capaz de contener toneladas de información interesantísima, hasta le daba envidia a veces. Todo era tan fácil, todo para ella era un juego, una risa, un estornudo, una cosquilla.
Ploc, plic, puc.
Luciana se incorporó, se sentó contra la ventana. La luz nublada del día se reflejaba en su espalda blancuzca, delgada, y se iba apagando hacia su rostro y su cuello, que quedaban en la penumbra. Su pelo largo y oscuro caía, desordenado, arremolinado; era una catarata de bucles que se mezclaban. Lo miró, sonriendo, le dio un beso y fue hasta la cocina a preparar café.
Plic, plic.
Tendido en la cama, Martín contemplaba el techo y pensaba. ¿Cómo podía entender ella dificultad alguna para algo, si era tan perfecta, si todo le salía tan bien? A alguien así la vida no le cuesta: la disfruta, la baila, la canta. Y él era tan distinto... siempre preocupado, corriendo, ofuscado y con el entrecejo fruncido. Ella se iba a dar cuenta, ya se iba a dar cuenta que era hermosa, que podía contarle de los polipéptidos a alguien que lo entendiera y que le enseñara más cosas, que su sonrisa podía conquistar mundos, que...
"Shh" se dijo a sí mismo, sonriendo. "Vos también podés aprender a reír".
Plic.

martes, 28 de agosto de 2012

Permiiiiiiiiso


El primer párrafo es un lío copado de links porque me costó un poco encontrar el texto original. Pero la verdad que me gustó mucho, y lo quería compartir por este medio.
Cito a este blog, que en esta entrada nos presenta lo siguiente: 

SALÍ CON UNA CHICA QUE NO LEE
por Charles Warnke

-publicado en el blog Punctuate This!. (así está citado en el blog, que si buscás te lleva a esta entrada, que te redirecciona a ésta que en teoría sería la original; pero buscando en la página que me dice el link del párrafo siguiente que es el que aparece en el blog desde donde cito este cuento -perdonen las repeticiones y redundancias-, encontré el texto traducido y publicado en español.


Salí con una chica que no lee. Encontrala en medio de la mugre de un bar del bajo. Encontrala en medio del humo, de la transpiración de los borrachos y de las luces psicodélicas de un boliche de lujo. Donde sea que la encontrés, descubrila sonriendo y asegurate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Encandilala hablándole de trivialidades; usá las típicas frases de conquista y reíte por dentro. Sacala a la calle cuando los bares y los boliches ya hayan cerrado; ignorá la fatiga que sentís. Besala bajo la lluvia y dejá que la luz tenue de un farol de la calle los ilumine, así como viste que pasa en las películas. Hacele un comentario sobre el poco significado que tiene todo eso. Llevátela a tu departamento y despachala luego de hacerle el amor. Curtítela. 

Dejá que la especie de contrato que sin darte cuenta creaste con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubrí intereses y gustos comunes como las pastas o la música pop, y construí un muro impenetrable alrededor de todo eso. Hacé del espacio común un bastión sagrado y regresá a él cada vez que el aire se vuelva pesado o las veladas se estiren demasiado. Hablale de cosas sin importancia y pensá poco. Dejá que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponele que se mude a vivir con vos y dejala que decore la casa. Peleate con ella por cosas insignificantes como que la cortina de la ducha tiene que estar siempre cerrada para que no se llene de moho. Dejá que pase un año sin que te des cuenta. Empezá a darte cuenta. 

Llegá a la conclusión de que probablemente tendrían que casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invitala a cenar a un restaurante fashion en Puerto Madero y asegurate de que tenga una linda vista. Pedile al mozo que le traiga la copa de champán con el anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponele matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad que puedas juntar. No te preocupes si sentís que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho; y si no sentís nada, tampoco te preocupes. Si hay aplausos, dejá que terminen. Si llora, sonreí como si nunca hubieras estado tan feliz; y si no lo hace, igual sonreí. 

Dejá que sigan pasando los años sin que te des cuenta. Armate una carrera en vez de conseguir un trabajo. Comprate una casa y tené dos lindos hijos. Tratá de criarlos bien. Equivocate a menudo. Caé en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufrí la típica crisis de los cincuenta. Envejecé. Sorprendete por tu falta de logros. En ocasiones sentite satisfecho, pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas que hagas, tené la sensación de que nunca vas volver, o de que el viento puede llevarte. Contraé una enfermedad terminal. Morite, pero solamente después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera sentido; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también va a morir arrepentida porque su capacidad de amar nunca generó nada. 

Hacé todas estas cosas, mierda, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hacelo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hacelo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una necesidad alcanzable, en vez de algo maravilloso pero ajeno a vos. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espeso e inerte de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama demasiado. Un vocabulario, carajo, que hace de mi sofística vacía un truco berreta. 

Hacelo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le enseñó que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo continuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya hecho sus valijas y pronunciado un adiós inseguro. Tiene claro que en su vida no voy a ser más que unos puntos suspensivos y no una etapa; y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. 

Salí con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Tendrá paciencia en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues ya se ha despedido de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. 

No salgas con una chica que lee porque ella ha aprendido a contar historias. Vos, con tu Joyce, con tu Nabokov, con tu Woolf; vos en una biblioteca, o parada en la estación del subte, tal vez sentada en la mesa de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Vos, la que me hizo la vida tan difícil. La lectora ha desenredado la madeja de su vida y la ha llenado de sentido. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Vos, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero yo soy débil y te voy a fallar porque vos soñaste, como corresponde, con alguien mejor que yo y no vas a aceptar la vida que te describí al inicio de este texto. No te vas a resignar a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser contada. Por eso, andate de acá, chica que lee; tomate el siguiente tren que te lleve al sur y llevate a tu Cortázar con vos. Te odio, de verdad te odio.

martes, 21 de agosto de 2012

Soy un robot.


Esta va a ser una entrada pelotudísima, pero: yo no sé quién carajo diseña esos "captcha" con letras y números distorsionados que hay que escribir antes de poder publicar un comentario. Me revientan. Me encuentro con códigos alfanuméricos que en mi vida vi, y que nunca podré descifrar. He aquí dos de ellos:


Blogger, andate a la re puta que te parió. Va de onda.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Respeto, hermano.


Hay cierto tipo de gente que me tiene podrida. Y es esa especie que no evidencia tener ni un poco de respeto hacia el resto de las personas. No te lo digo en cosas grosas en serio, o sí, no sé; depende.
-Hay una mujer en el edificio que vive en el piso superior al mío. Cada vez que quiere tomar el ascensor y alguien lo está usando, empieza a gritar "¡Ascensoooooor!"; no entiende que evidentemente no está disponible y va a tener que esperar su turno. Tampoco le interesa el horario. Lo reclama a los gritos pelados a las 5, 9, 14, 22:30, y está todo bien. Para corear su reclamo surgen innumerables "¡Chhhhhhssst!", obvio, de la gente que está hasta las pelotas de escucharla. El mío es el primero.
-No entiendo a la gente que se te quiere colar en la fila para subir al colectivo y piensa que va a lograrlo quedando impune. ¿Qué te pensás? ¿Que no te vi? ¿Que yo no me voy a subir, que hago filas por deporte, que estoy esperando un colectivo a las 6 de la mañana porque me resulta una actividad interesante? Lo más cómico es que cuando le decís, con cara de "no te hagas el zota" -Che, la fila es ésta-, te dicen -Aaaaay disculpá, no la vi.- Seguro que no la viste. Seguuuro que no te diste cuenta que adelante tuyo habían 15 personas con cara de dormidas y relojeando por si aparecía el bendito 128.
-Los supermercados grandes (supongo que todos, ni idea) tienen ahora cajas de prioridad, para embarazadas y gente con dificultades para movilizarse. Joya, yo entiendo que hay una caja especial de prioridad, pero si la misma tiene una cola del infierno, y veo a una mujer embarazada y con un nene en brazos al final de mi fila, le voy a ceder mi lugar. No me interesa que te moleste, que después me bufes en la nuca durante todo el tiempo que tenga que esperar hasta que me cobren; me da igual. Está bien, te metí una persona más adelante. Pero es una persona que seguramente la media hora de cola la iba a sufrir como la puta madre. Tené un cacho de empatía. Cuando seas un viejo con bastón, te va a gustar que te dejen pasar primero.

Este exabrupto surge porque estuve laburando una semana como empleada temporal en una juguetería (por el día del niño) dieciséis horas diarias, me tenían que pagar ayer, y ayer me dijeron que me llamaban hoy a la mañana. Sigo esperando.
Lástima que el sueldo no me va a alcanzar para una uzi y un Chivas. Serán el Chivas y un par de zapatos, nomás.

martes, 14 de agosto de 2012

Copate, dale

Leo este blog hace bastante. Me parece bárbaro.
Sintetizando: Ale, su autor, está metido en un proyecto para poder sacar el libro; y podés colaborar comprándolo acá. En esa página te explican bien cómo es la cosa. Y si te da cagazo tipear tu número de tarjeta de crédito (como a mi), imprimís un cupón para pagarlo en un RapiPago o Pago fácil y listo.
Daaaaale, que cuando saques el tuyo también lo vamos a comprar.

domingo, 5 de agosto de 2012

Les presento a G (platónico)


Estuve negándomelo a mí misma pero ya se me escapa el asunto de las manos.
Me estoy empezando a enamorar, creo.
Sigo viviendo en mi departamento, pero voy a dormir con él todos los días. Tengo en su departamento un cepillo de dientes, un pijama, una mesita de luz y unas pantuflas.
Ya lo estoy pensando como algo a futuro (a futuro inmediato, a corto plazo, de acá  a un par de meses, pero a futuro en fin). Así que les presento a G. Lo considero una especie de amor platónico porque estoy en esa etapa patética que repudio tanto del enamoramiento, en donde endiosamos al objeto en el que depositamos el amor al punto de considerarnos ínfimos, insignificantes, y consideramos que nos vio por una especie de milagro divino, que ese cariño que nos tiene es inmerecido, y acá nos llenamos de pensamientos infames como "con lo bueno que está cómo se pudo fijar en mi", "ya se va a dar cuenta/se va a aburrir y se va a ir". Nos volvemos chiquititos y el otro se vuelve Dios. Literalmente.
Bueno, estoy en esa etapa. Así que G es mi amor platónico, ese que nunca, nunca se iba a poder fijar en una flaquita sosa como yo.
Y se fijó, le gusto, pseudo convivimos, cocinamos, vemos películas y hablamos por horas.
Aún así no me la termino de creer (daaaaale Juli, estás soñando, no seas ilusa). Y no, no me la creo. Estoy esperando que la burbuja se pinche, que el chabon se ponga los anteojos, que se le aparezca una rubia tetona infartante y se vaya; en fin, que pase lo que siempre pasa.
Convengamos que aunque esté bastante desconfiada de la situación, me estoy enganchando igual. Y trato de que los sentimientos no vayan a tres mil por hora. Voy despacio, paso a pasito, tanteando el terreno, sin dejar entrever (o eso intento) la fascinación que tengo por el pibe.
Mientras tanto, les presento a G. Lee mucho, come chocolate, cuando sonríe compra el mundo, me prepara el café más rico de todos y se enternece con mi cara de fiaca de las mañanas.
Platónico, sin la parte del imposible.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Perdí.


Me asusto.
Perdón, pero me aterroriza.
Es que mi mente acostumbrada a ser tan racional, a analizar cuidadosamente todo, a cuestionar cada actitud y palabra propia y ajena, a tratar de comprender las cosas de una manera casi científica y lo más objetivamente posible, sabe que cuando termine esto, no voy a estar bien.
No puede ser todo tan perfecto. Esto no va a durar mucho. Y cuando se haya ido, ¿qué?
Habituada a regular y controlar, esta catarata interminable de sentimientos me espanta. Y se multiplica. Y cada vez es más grande, resbaladiza, tiene una inercia increíble. Y me doy cuenta que ya no la voy a poder detener.
Y caigo. Me siento en caída libre, en triple mortal de cabeza, ya no tengo nada que hacer acá. No puedo predecir, no puedo intervenir en lo que siento. Me perdí. Me espanta.

Es precioso.

Obnubilación (según Fergusson-Mitchel): estado maravilloso, mágico, feliz e irrepetible previo al desastre de enamorarse.

lunes, 30 de julio de 2012

Difficile


Me dan mucha bronca las minas que se hacen las difíciles.
Estaba pensando esto el sábado, que fui a un bar para cumplir mi labor de amiga, y mientras la esperaba el típico pesado viene y me empieza a hablar. Digo el típico pesado porque no vino con la mejor onda a sacarme charla, no; vino con aires de galán, tiró un "apa, qué linda que sos" espantoso, y no hubo manera de sacármelo de encima, hasta que en un momento me paré con mi botella de cerveza y me cambié de mesa.
Después, mientras seguía esperando a la piba que no llegaba nunca, me quedé pensando por qué los tipos perseveran tanto en el levante. Digamos, te estoy diciendo que no, te estoy poniendo la cara de orto más desagradable que soy capaz de hacer, todo mi lenguaje corporal grita que te vayas, y sin embargo el tipo persistía, inamovible. ¿Y sabés por qué hacen eso? Porque hay minas que, a la larga, te dicen que sí. En un principio te dicen que no, o en vez de negarse rotundamente ponen excusas, y claro, el tipo insiste y al final obtiene lo que quiere. Esto hace que el "no" esté altamente desvalorizado, al punto de que el tipo piensa que todos los NO que vos le decís, son para hacerte la difícil, hacerlo esperar, hacerle creer que sos una persona digna y moralmente correcta que no va a decir que sí a la primera, y vaya a saber qué giladas más.

Queridas colegas: dejen de usar el "no" en vano, porque hay algunas que lo necesitamos con la seriedad y la honestidad de antaño.

Aclaración: no soy la típica boluda que se cree la reina de Inglaterra y que le dice que no a todos y se la da de solicitada. Me gusta la charla, no hace falta que me roben sonrisas porque las regalo, y hasta considero las propuestas que recibo. Pero que vengan a levantarme así a lo pizzería de barrio y encima persistan aunque los saques cagando, me rompe las pelotas.

jueves, 26 de julio de 2012

Sherlock un poroto


Y mirá que estoy tranquila, feliz, con otra persona que me hace bien; y mirá que estoy a 3000 kilómetros de vos, literal y geográficamente; y mirá que cortamos hace bastante, y no porque te hayas mandado alguna cagada, sino porque yo necesitaba estar sola y sentirme bien conmigo misma; y mirá que creía que no me interesaba saber de vos...
¡Cómo me molesta esta conducta detectivesca que tengo con mi ex, de puro caprichosa que soy!

lunes, 23 de julio de 2012

Lugarcito


Ayer me regalaste algo formalmente, como un regalo, por primera vez.
Digo "formalmente, como un regalo" porque siempre tenés listo el café para mis despertares lentos, el chocolate y el helado para las películas, las zapatillas para cuando llego a tu casa con tacos y al otro día no tengo ganas de ponérmelos de nuevo; pero ayer me dijiste, "compré algo para vos, pero no es para que te lo lleves" y fuiste al placard a buscar algo. Me quedé sentada, un poco extrañada, barajando en mi mente cosas extrañas que no me podría llevar a mi casa, y me trajiste una cajita con un boxer. "La verdad que no sé si vos usás, pero sé que algunas chicas los usan de pijama, y no sé, para que no duermas incómoda..." Te interrumpí, te llené de besos, te dije "gracias" varias veces mientras te reías y me decías que era una tontera, que era un regalo minúsculo y que no merecía esa reacción.
Lo que no sabés es que ese "no es para que te lo lleves" viene a ser como cuando me compraste el cepillo de dientes: me dejás ser parte, me hacés un lugarcito, 
y no concibo regalo más valioso que ese.

viernes, 6 de julio de 2012

Autocensura

No sé qué me rompe más las pelotas: si la gente que se queja por twitter (o blogs, o redes sociales semejantes) de la realidad y de la gente que le molesta, sin poder decirlo en la cara, sin tener la valentía de exponer todas sus disconformidades con las personas que corresponden,

o darme cuenta de que en esta misma crítica me incluyo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Indicios

Una amiga hace unos años tuvo depresión (la medicaron, recibió tratamiento psicológico y psiquiátrico). A mi me llamó la atención el no haberme dado cuenta de que le estaba pasando algo así.
Luego de que se recuperó le pregunté si, antes del peor momento, sentía o percibía que algo andaba mal. Me explicó que es como la historia (bastante macabra) de la cocción de las ranas: que si se las pone en agua hirviendo en seguida saltan, pero si se las coloca en agua fría y se le va subiendo la temperatura al agua de a poco, mueren cocidas, porque no perciben los cambios de temperatura leves. Y lo que a uno le pasa es eso: no se inmuta ante pequeñas modificaciones, sino que se da cuenta del problema cuando ya el acontecimiento es grave.
Hoy me puse a llorar porque se me cayó un paquete de fideos al piso. Lloré desconsoladamente sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en el lavarropas, mirando los pocos tirabuzones que habían salido disparados del envoltorio, y yacían sobre las baldosas.
Evidentemente algo me está pasando (sé que tiene que ver con que no quiero vivir en la ciudad en la que vivo; de todas maneras ya en seis meses me vuelvo a Capital), pero no sé exactamente qué es. Y no me preocupa mucho, ya me voy a enterar.
Eso es lo que me asusta. Creo.

martes, 12 de junio de 2012

sábado, 17 de marzo de 2012

Catarsis

Empecé a escribir una catarsis larguísima y me di cuenta que nadie merecía tener que leer semejante boludez. Así que para descargarme de forma eficiente pero amena para usted, estimado lector, digo: yo no puedo creer cómo una puede seguir gustando de un pibe sabiendo y confirmando día a día que es un pelotudo.
Decimos que son todos iguales, pero porque nos quedamos siempre dando vueltas con el mismo.. ¡No aprendemos más!

PD.: de cualquier manera, este texto me parece inútil e inservible. Pero saber que está a la disposición de alguien en el ciber espacio es, de algún modo extraño, terapéutico.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Un poco de respeto..

Facebook (y cualquier otra red social del estilo) tendría que permitir denunciar estados y comentarios con errores de ortografía. Sinceramente, no paso diez minutos leyendo boludeces que ya me arden las córneas de tanta barbarie junta. ÁGRAFOS.

jueves, 19 de enero de 2012

Placeres de la vida I

Vas caminando apurada, al súper, por ejemplo. Ves un vestido en la vidriera. Es lindo. Lo mirás bien; es hermoso. Te acercás y entornás los ojos para ver el precio, seguro es carísimo, seguuuro, te parece razonable. Entrás.
Vendedora:- Hola, ¿te puedo ayudar en algo?
Vos:- Sí. Quiero ese vestido.
Vendedora:- Síii, te lo muestro.. (se acerca al maniquí para sacarlo) es el único, y viene en talle único. ¿Te lo querés probar?
Vos:- seguro no me vaaaaaa, seguuuro, sí, dale, gracias.
Te dirigís al probador, sin mucha confianza. Lo mirás en tus manos, qué lindo que sos pero no me vas a entrar, te lo ponés, te empezás a cerrar los botones y..
¡¡¡¡TE VA BÁRBARO!!!!
Y no sólo que te entra, sino que te queda bien, genial, espectacular,
Salís del probador, vas a la caja, te lo comprás sin pensarlo dos veces y salís con tu vestido fantástico dentro de una bolsa de cartón.