lunes, 20 de mayo de 2013

De por qué mis viernes ya no son viernes


Caminar por Santa Fe y Pueyrredón un sábado a las ocho de la mañana es: viejitos en las puertas de sus casas/negocios fumando pipa o tomando mate con el termo bajo el brazo, señores con calvicie incipiente paseando perros, porteros barriendo o baldeando, algún diarero ordenando el puestito, empleados de negocios hablando entre ellos, cafés con gente leyendo el diario, grupitos de adolescentes volviendo del after, pájaros cantando por todos lados, algún que otro corredor apasionado,
y Juli, una estudiante dormilona, con el pelo mojado porque se bañó recién, con los brazos atestados de libros, caminando ligerito para no perder el 95. Viva la facu.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Otoño

Siete de la mañana. Para algunos noche del sábado, para otros, madrugada del domingo. Para algún que otro suertudo estamos hablando del enésimo sueño.
Caminamos por Pueyrredón porque sos un amargo y no te gusta alejarte de tu casa. No me molesta. Preferiría caminar descalza, en la arena, con las olas lamiendo los talones, con el sol haciéndome llorar los ojos, y con el viento salado contra el pelo. "Lo que pasa es que vos estás acostumbrada a viajar a todos lados porque sos inquieta y no podés quedarte en un sólo lugar. Yo nunca salgo de casa y soy feliz". Feliz, bah. "No sé cómo hacés. Te la pasás de pantalla en pantalla. La compu en el laburo, en casa la tele, la otra compu, el celular... Estás demente. Yo me volvería loca", te contesto. Ya sé que no entendés, así como yo no te entiendo. Igual, es divertido. Al menos te hago caminar por la calle.
Voy pegando saltitos en zigzag, aprovechando que no hay nadie, pisando todas las hojitas que se me cruzan en la vereda. Porque es otoño, porque son lindas, porque crujen, porque sé que en unos meses no van a estar más y no quiero esperar otro año, porque en la semana no puedo salir a pisar hojitas, porque está nublado y el viento me hace ruidito en las orejas y tengo puesto este saco de lana que me encanta y que me hace pensar que tengo seis años de nuevo, que estoy en Boedo de la mano con mi papá saliendo de la iglesia, él tararea algo, y pisamos hojitas y hojitas y hojitas y...
"Julieta, parecés una nena".
"Es una pena que lo uses como algo despectivo. Porque si hay algo de mí que me gusta, es sentirme con la libertad y las ganas de hacer cosas de nena, y no tener vergüenza de eso. Pisá una hojita. Capaz que hasta se te van un par de canas".
Y mientras sigo saltando veo de reojo cómo, con cautela, con precaución, como si hubieran minas antipersonales en las baldosas, aplastás, de a poco, un montoncito de hojitas.