viernes, 28 de diciembre de 2012

Noche de paz...

Por un lado, me encanta Navidad. La cantidad de comida, inagotable; los besos y saludos y abrazos; la idea de felicidad perpetua; los buenos deseos para todos; la garrapiñada y las confituras, perdición de cualquier alma golosa como la mía; los fuegos artificiales, el armado de regalitos para los más chicos, el disfraz de Papá Noel para que los nenes lo persigan... Todo el show que se arma es maravilloso y mágico.
Por otro lado, lo estamos pasando en Mar del Plata, llueve y hace mal tiempo hace ya no sé cuántos días, y los campeonatos de generala y de diez mil me están cansando un poco.
La conclusión es que, si no mejora, me voy a comprar absolutamente todas las pasas de uva al chocolate que pueda encontrar, y a encerrarme con el libro gigantesco que estoy leyendo. Y no salgo hasta que Zeus no me dé un buen día de playa.
En fin, las fiestas me están tratando mejor de lo que esperaba y de lo que me tenían acostumbrada, por ahora. Vamos bien.
¡Muy felices fiestas para todos!

martes, 18 de diciembre de 2012

Tiempo al tiempo

Mil perdones, pero acá va.
Parte de la vida se te va tratando de olvidar a alguien. Siempre.
Te cuento un secreto: no sirve. Es inútil.
Por más que pase el tiempo y pienses que ya está, algo va a detonar en vos un recuerdo. Algo insignificante, tal vez: un perfume, un color, una canción en la radio.
Corté con mi ex hace ya un año. Hace medio año que no lo veo más, me mudé lejos. Las cosas no funcionaron, nadie tuvo la intención de lastimar a nadie. Bárbaro.
Estoy con G, todo divino, genial, es un tierno, lo adoro.
Entonces, ¿por qué es que todavía me duele cuando me acuerdo? No lo sé.
Me gustaría poder dejar de quererlo. O que aunque sea no se me forme un nudo de angustia cada vez que pienso en él. Por ahora no puedo. Ya pasó mucho más tiempo del que acostumbro tomarme para hacer el "duelo", y ya no sé qué hacer.
Honestamente, es que no tengo más que hacer.
Con el tema del "tiempo al tiempo" la paciencia se me está agotando, y sería la más feliz del mundo si alguien inventara un chip para incrustarme en el cerebro y olvidar. O dejar de querer.
O dejar de sentir.
O dormir 25 años la siesta.



No sé si es el tema más elaborado de la historia (y definitivamente no es la mejor versión, el buscador de youtube en blogger no es mi ideal de buscador...), pero resume perfectamente lo que me pasa en este momento.



Tan Biónica - La suerte está echada

Dicen que para olvidarte
Tengo que viajar a Marte
Hacer trescientos años de terapia
Y decidir, dejar que pase el mes de abril
Juntar todas las hojas del otoño

Dicen que para olvidarte hay que tener en el bolsillo
Un almanaque sin domingos, un crucero
Y navegar en un océano sin mar
Tomarse toda el agua de la lluvia.

Y en realidad, hay cosas que no voy a olvidar
Como tus ojos de soledad
La tarde que los hice llorar

Y escucho voces dentro de mi casa
A veces pienso que es tu fantasma
Tus amenazas, mis escapadas
Retrato de mi clandestinidad

Dicen que juntando cuatro patas de conejo
Con sal gruesa y repitiendo ante el espejo
Voy a olvidar, tal vez yo pueda deshacer
El nudo que nos ata en este hechizo

Dicen que del día en que te fuiste 
No hago más que despedirte inventándome un presente
Para sentir que estoy haciendo algo por mí
Construyo sobre arenas movedizas

Y en realidad, hay cosas que no quiero olvidar
Como tus ojos de soledad
La tarde que los hice llorar

Y escucho voces dentro de mi casa
A veces pienso que es tu fantasma
Tus amenazas, mis escapadas
Retrato de mi clandestinidad

Si no te olvido, dicen que puede
Doler mucho más de lo que duele
Cuando te tengo en mi memoria
Estás acá

viernes, 14 de diciembre de 2012

Mudanza

Las mudanzas son difíciles. Dicen que son unas de las situaciones que más estrés causan.
Martín se muda. Vivía en un departamento grande, que ahora le queda inmenso. Valeria se fue hace un par de meses, así que ya no es necesaria la pieza de estudio. Tampoco un baño tan grande. Ni hablar de la mesa con las cuatro sillas. El espacio le sobra, y no lo sabe ocupar. Mejor que lo reduzca.
Ya tiene casi todo guardado en cajas. Está comiendo hace dos días sánguches, empanadas y pizzas, para no tener que desempacar los platos y los cubiertos. Un día más y se va a su nuevo departamento, más pequeño, más confortable.
Es hora de guardar las cosas del placard. Martín comienza a sacar trajes, camisas, trabas para corbata, medias. Los dobla cuidadosamente, los mete en un bolso azul, viejísimo. Saca cajas de varios tamaños. En la más pequeña encuentra una flor, ya seca. Es blanca, chiquita, con los pistilos amarillos y delicados. A Valeria le gustaba guardar florcitas. Seguro era de ella. Después vería qué podía hacer con eso. 
En otra caja encuentra más pañuelos para los trajes. Los guarda en el bolso, tranquilo.
Abre una caja más grande. Cuando ve lo que contiene, se detiene. Camina sosteniéndola, hasta la escalera, sin quitar la vista del interior de la caja. Se enternece.
Se sienta en un escalón, con la caja sobre sus piernas. Saca entradas de cine, envoltorios de chocolates, tickets de restaurants y de regalos. Saca una servilleta, en la que, mientras él había ido al baño en un café, ella le había escrito "te quiero" , a las apuradas, en cursiva, con su letra redonda y con algunos arabescos. Saca mensajitos cotidianos, del tipo "cuando llegues bajá el pollo del freezer", la mayoría los había escrito él. Sigue sacando papelitos. Las lágrimas se escapan de sus ojos, ruedan por sus mejillas, y caen sobre algunos.
Llega hasta los últimos papeles. Allí encuentra unos garabatos que le hacía cuando se estaban conociendo: monigotes, florcitas, un perro. A los arquitectos siempre les piden "a ver, dibujame algo...", y Valeria lo hacía todo el tiempo. Encuentra el número de Valeria, ese que ella le había pasado al devolverle un dibujo, junto con la leyenda "me llamás?". 
Martín deja caer la caja, junto a todas sus lágrimas, una a una.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Casamiento

El domingo se casó mi primo, el penúltimo soltero (la última soy yo).
Por empezar, siempre trauman los casamientos. Porque pensás que te queda poco tiempo, o dudás si querés casarte o no, o te preguntás si tu matrimonio es tan feliz como promete ser el que estás viendo, cosas así. También te emocionan, te alegran; a lo que voy es que siempre te afectan de alguna manera, y tocan varias fibras sensibles.
En la iglesia, en el momento en que entra la novia, yo siempre miro al novio. La expresión que tiene es mágica. Es una mezcla de ternura, emoción, amor (lógico), cuiqui, y admiración. Y otras cosas más que uno nunca puede identificar. Ver todas esas cosas en la cara que cuando era chica me decía que abajo de la cucheta había un oso gigante, en la cara que me ganaba al ajedrez sin remordimiento, y en la misma cara que me desafiaba a una guerra de cosquillas, fue extenuante.
Pensé en todas las veces que tanto jugábamos en el jardín, revoleándonos el regador para el pasto (que cuando lo querés manipular para atacar al otro te termina empapando a vos), o saltando por las escaleras de ladrillo, o buscando caminitos de hormigas. Casi no presté atención a nada más.
Cuando salimos en fila para ir a saludar a los novios, yo ya había estado llorando largo rato. Me vio, me abrazó, y me dijo "pero no llores...", como cuando éramos chicos, como cuando me asustaba y se arrepentía al ver mi llanto imparable, como cuando no me quería prestar algo,
"...la próxima sos vos", concluyó.
Pero la puta que te parió. Ya vas a ver.