"Todo muy lindo; pero vos, ¿cómo estás?" Pienso... Estar. Si es que a la cosa inerte en la que me convierto a veces se la puede considerar un ente, si es que transitar el día evitando el contacto con cualquier persona es una forma de estar, si es que desaparecer de la vida de la gente es tal vez una manera de aparecer. Si es que planificar y hacer con cuidado cada movimiento, palabra y gesto para no dejar traslucir la catarata de sensaciones que me pasan es, de alguna manera, ser.
"Bien, estoy bien, me estoy acomodando, tranquila...". El viento que entra de golpe por la ventanilla del colectivo me sacude el pelo y me arroja una cachetada helada que, creo, me contuvo, no sé de hacer qué.
Al llegar a mi casa cocino, lentamente, y como en silencio. Tal vez ya tengo todo (¿qué?) bajo control.
Pero al irme a dormir, después de bajar las persianas, apagar la luz, acostarme, estirarme de a poco, y dejar que la oscuridad pase de ser esa negrura insoportable contra la que las pupilas luchan, dilatándose, a ser una especie de manto tranquilizador y de nada, nada que contiene todas las escenas posibles de diferentes sucesos de la vida como si fueran una lista interminable de finales alternativos, que permite dejarse llevar en los pensamientos y delirios, que recibe cada una de las cosas que se me pasan por la cabeza y las toma para ser una negrura cada vez, pienso qué hice, quién soy, con quién estará y con quién despierta...
Y sólo entonces puedo llorar.
Y estoy.