La piba se ríe todo el tiempo, de cualquier cosa. Generalmente eso la deja muy mal parada, pero pareciera que no le importa. O sí, pero, ¿qué tiene de malo reírse? Además no es algo que uno pueda reprimir tan fácilmente...
Comprende cuando las otras personas sufren, lo entiende, a ver: cree saber por lo que la gente pasa. Pero no sabe qué decir. Es pésima para consolar y para dar consejos. Mucho más para transmitir calma, y esas cosas que la gente necesita en esas situaciones. Pero por lo menos sabe distraer, sabe hacer pensar en otro tema. Algo es algo.
Le encanta discutir. No pelear, discutir. Sabe argumentar lo que dice, sabe dar vueltas sobre lo mismo para hacer caer al opositor, sabe preguntar justo en donde el otro no está del todo seguro. Las discusiones sobre conocimiento y filosofía, las gana. Las importantes no. Pero eso ella no lo cuenta.
Le gusta la música triste, las pinturas en blanco y negro, los ojos llorosos, que algo tienen para contar y no dicen. Cree que hay algo, una fibra sensible, en la gente que produce eso. Algo que todos poseen, sólo que algunas personas lo explotan del todo. Tal vez porque sufrieron más, o porque no pudieron disfrutar algunas cosas particulares. No interesa. Es algo diferente, que le da curiosidad.
Hay días que le gustan los colores, y saltar, y cantar, y bailar. Otros, quiere quedarse en su casa encerrada, escuchando música, mirando fotos, dibujando con esa pluma genial que hay que cargarla en un tintero antes de usarla, como las plumas viejas. Es un poco cambiante, pero un poco nada más.
No le gusta cambiar las cosas. Le gusta repetir su rutina, le gusta tener pocos zapatos y pocas polleras y pocos moños para el pelo. Tal vez eso hace que se sienta un poco más ella. Es que veces tiene miedo de diluirse, de pasar desapercibida tanto pero tanto entre la gente que llegue un momento en el que no se encuentre más, ni siquiera ella misma.
La extraño un poco. Hace varios días que me vengo diluyendo. Ya la voy a encontrar de nuevo.